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Doble ración de felicidad! Marchando!

Foto del escritor: psicóloga florencia lemospsicóloga florencia lemos

Actualizado: 10 ene 2021

Actualmente vivimos rodeados de mensajes que nos dicen cuan felices debemos ser, lo grande que ha de ser nuestra sonrisa, lo cobardes que somos al tener miedo a emprender un nuevo camino e incluso seguimos oyendo lo de “llorar no sirve de nada”.

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¿A cuántos os llegan mensajes por las redes sociales que casi os obligan a sentiros alegres? ¿Cuántas frases de “se feliz”, “sonríe que vale la pena”, “levántate y píntate una sonrisa”, “la cabeza bien alta, que se te cae la corona”…. recibimos por día?

¿Si soy capaz de hacer todo eso, seré feliz?

Comencemos por hacer una simple distinción semántica entre dos términos que con mucha frecuencia utilizamos indistintamente: Alegría y Felicidad.

  1. La Alegría en una emoción placentera provocada por algo favorable o agradable, que se manifiesta con una sonrisa, satisfacción y a veces concuerda con un buen estado de ánimo.

  2. La Felicidad en un estado de ánimo que denota plenitud y satisfacción por gozar de lo que desea o algo considerado bueno, sentirse pleno.

Parecen prácticamente iguales, pero hay un matiz muy importante que hace la diferencia.

Las emociones son reacciones psicofisiológicas puntuales, instantáneas, inconscientes y de enorme intensidad pero de corta duración. Son el mecanismo de supervivencia usado por los individuos: una vía muy rápida, que nos “alerta” de un peligro antes de que seamos conscientes de ello. “El cerebro emocional responde a un evento más rápidamente que el cerebro racional” (Daniel Goleman).


Pongamos por ejemplo, que vamos por el campo y divisamos a lo lejos una silueta que nos hace echar a correr. Al traer esa silueta a la conciencia, razonamos que hemos corrido porque nos ha parecido una serpiente gigantesca. Al volver a fijar nuestra atención en dicha silueta, descubrimos que solo era una vieja rama retorcida. ¿Qué ha pasado? nos ha invadido una emoción de miedo (una de las considerada emociones básicas) que nos ha hecho huir de un “aparente peligro inminente”.

En el segundo escalón encontramos los sentimientos que son menos intensos y de duración un poco más prolongada, pasando a ser “semi-consciente” ya que en muchas ocasiones resulta complejo definir el sentimiento que tenemos. Es como si dijésemos, el rastro de la emoción previa.

Y en el último escalón tenemos el estado de ánimo, el cual es bastante prolongado y consciente. Se lo puede considerar como una forma de estar en el mundo o un estado basal en el cual nos movemos habitualmente. Son las gafas o el filtro con las que miramos el mundo, con las que enfrentamos los problemas, con las que percibimos aquello que nos rodea. Pero en diversas ocasiones aparecen determinadas emociones , que provocan un sentimiento que perdura en nosotros el tiempo suficiente para hacernos “cambiarnos las gafas”, es decir, alterar ese estado basal en el que funcionamos y existimos. “Usa el dolor como una piedra en tu camino, no como una zona para acampar” (Alan Cohen).


Es decir, se trata de una especie de progresión o cadena EMOCIÓN>SENTIMIENTO>ESTADO DE ÁNIMO, pero no todas las emociones que se produzcan van a desembocar en una alteración del estado de ánimo. Por tanto, y retomando con el inicio: ¿realmente el sonreír constantemente me va a dar la felicidad?


Neurológicamente hablando, al sonreír durante unos minutos el cerebro interpreta que estamos contentos y libera hormonas relacionadas con la felicidad, como la serotonina, y se produce un efecto de círculo vicioso: cuanto más sonrío más serotonina, y a más serotonina más sonrío.

Pero no solo se ha estudiado sobre la liberación de serotonina, sino también resulta beneficioso para calmar el dolor y regular el sistema inmunológico, debido a que se liberan endorfinas (responsables del efecto analgésico).

¿Y cómo se explican estos hechos? Neuronas espejo.

Las neuronas espejo actúan de diferentes maneras. Una de ellas es funcionar como espejos al captar las emociones reflejadas en los rostros de los demás. Es por ello, que muchas veces, al estar muy centrados en una película, por ejemplo, somos capaces de emocionarnos intensamente cuando el personaje llora (bien de alegría bien de tristeza), o fuera de la ficción, cuando estamos en un restaurante y vemos que en la mesa de al lado un niño se ríe a carcajadas, probablemente acabamos riendo también.


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“Las emociones son contagiosas. Todos lo conocemos por experiencia. Después de un buen café con un amigo, te sientes bien. Cuando te toca un recepcionista mal educado, te vas sintiéndote mal” (Daniel Goleman).


Otra de las maneras en las que éstas neuronas se ponen en marcha es a través del propio cuerpo. Es decir, lo que pasa en nuestro cuerpo, la sonrisa, la vitalidad, el entusiasmo, la anhedonia, el sentirse abatido, la apatía, etc. (sin que se deba a nada en cuestión)….son interpretados por nuestro cerebro y éste responde de manera correspondiente: estando más contento, más triste, con más ganas o con menos ganas…Nuevamente se crea una retroalimentación.

Además de todo esto, el cerebro no es capaz de distinguir lo real de lo que no lo es. Por lo tanto el hecho de imaginar o de que nuestras neuronas “se contagien” de determinadas emociones hace que el cerebro reaccione como si fuese algo real.

Las neuronas se contagian de las emociones que perciben, tanto propias como ajenas, reales o imaginarias.

No obstante, y a pesar de los beneficios de todo esto, hay un aspecto con el que hay que tener precaución. Es muy importante, no caer en la invalidación de las emociones consideradas “negativas”.  Si realmente ciertas emociones no fuesen necesarias para llevar una vida plena, saludable y completa, ya existiría en algún lugar del mundo la manera de erradicarlas. (En este punto entrarán en debate los antidepresivos, pero en ese caso estamos hablando de una alteración importante del ESTADO DE ÁNIMO).

Basándonos en las emociones y en su funcionalidad, hay 6 consideradas básicas:

  • Asco: el asco, considerado una de las emociones negativas, es uno de los principales mecanismos de supervivencia de los organismos. Si pensamos en cuales son las cosas que suelen darnos asco a nivel general, suelen ser aspectos relacionados con la enfermedad, muerte, dolor, peligro...

  • Miedo: como se ha comentado anteriormente, es la emoción estrella de la supervivencia, tanto en forma de huida como de pasar desapercibido.

  • Ira: desde el enfoque psico-biológico tiene la finalidad de proteger y defender nuestra libertad, nuestro orgullo y nuestra valía. No obstante es crucial tener un control sobre ella, ya que junto con el miedo son las dos emociones más peligrosas si se descontrolan, ya que el objetivo es destruir barreras y objetos de frustración.

  • Tristeza: en determinados momentos, el individuo necesita una “pausa” en su vida, un momento de desconectar del exterior para conectar con su interior, un espacio para la auto curación, una conexión con su soledad, con sus reflexiones, hacer análisis de su vida, crear nuevos planes, establecer objetivos diferentes, reevaluar... Es una especie "modo avión", de ahorro energético para resurgir nuevamente con más fuerza, con más energía.

  • Alegría: como se ha mencionado previamente, la alegría genera muchos beneficios a nivel inmunológico, analgésico, provoca placer, incrementa la capacidad de disfrutar y de aprender, y tiene una de las funciones sociales más relevantes: la comunicación y relaciones interpersonales (no somos una amenaza si sonreímos, porque estamos alegres y no enfadados, asustados o tristes).

  • Sorpresa: nos permite recabar más información del medio, ya que provoca un instante (siendo la emoción más breve) de hiperalerta y desorientación, donde todos los sentidos se agudizan, intentando captar toda la información posible. Se la considera en muchos casos la emoción instantánea precursora de las demás.

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Como se observa, ninguna de las emociones resulta negativa siempre y cuando esté regulada adecuadamente y no exista alteración o patología.

Entonces, llegados a este punto, es razonable plantearse: ¿Y qué hago: sonrío continuamente por todos los beneficios que obtengo de ello? ¿O dejo ser a mis emociones? ¿de cuál de las dos maneras obtengo esa felicidad tan ansiada?


Lo que ha de quedar claro es que el hecho de que se esté triste por un acontecimiento, asustado por una decisión importante que hemos de tomar o enfadados por una injusticia que hemos presenciado, no significa renunciar a la felicidad. En ese momento, seguramente no sentiremos alegría, pero recordemos que felicidad y alegría no son lo mismo. Si que puede que nuestra “línea base” (única y personal) de felicidad esté por debajo de lo habitual, pero no necesariamente. La clave esta pues en saber regular cada emoción, aprender a manejarlas y que no nos invadan, de modo que no se instauren como filtro a nuestra manera de estar en el mundo, que no eclipse ese estado basal de felicidad del que todos disponemos. “La conciencia Emocional y las habilidades para controlar sentimientos, determinarán nuestro éxito y felicidad en todos los ámbitos de la vida” (John Gottman).


Pero para llegar a ello, es fundamental aprender un poco de inteligencia emocional, aprender a reconocer nuestras propias emociones, que es lo que las ocasiona, como o que es lo que las calma, que es lo habitual en cada uno y cuándo algo no corresponde con la propia “normalidad”, etc. “Conocerse a sí mismo es el principio de toda sabiduría” (Aristóteles).

Me gustaría finalizar con el principio 90/10 de Stephen Covey. Según Covey un 10% de la vida se

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“Sentir emociones es lo que hace a nuestra vida rica”
(Daniel Goleman).
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