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Exclusión Social

Foto del escritor: psicóloga florencia lemospsicóloga florencia lemos

Actualizado: 18 ene 2021



A lo largo de mi experiencia laboral he trabajado con diversas personas que se encontraban en

un proceso de exclusión social o en riesgo de estarlo. Y cierto es que, aunque siempre ha existido la diferenciación de posibilidades dentro de la sociedad, cada vez más se nota dicha brecha. Incluso si se me permite, a riesgo de caer en el “bucle Covid”, considero que la situación que estamos viviendo este 2020, y cuyas repercusiones ya se sufren en muchos sectores, hogares y personas desde marzo-abril, está llevando a una situación en la que nos vamos a encontrar con muchas personas que estaban al limite de la exclusión social y que se adentren de lleno. En esta ocasión, voy a plantear una serie de post’s consecutivos sobre temática muy estrechamente relacionada pero separándolos con la finalidad de poder darles enfoques diferentes.

Y bien…Qué entendemos por exclusión social?

Exclusión social es aquel proceso social de separación de un individuo o grupo respecto a las posibilidades laborales, económicas, políticas, sociales o culturales a las que otros tienen acceso y disfrutan. Las personas que no son consideradas que entren dentro de la “normalidad” (hay que ver que es lo normal ya que cada uno tiene su concepto de normalidad y ninguno es correcto o incorrecto a mi parecer) quedan fuera de la sociedad. Se lo considera como un proceso más que como un estado, que afecta de manera diferente a cada individuo y ya no solo al área económica como tiempo atrás.


¿Es lo mismo que la marginación o segregación? No exactamente, aunque van casi siempre de la mano. La segregación es el acto de separar y generar divisiones dentro de los grupos sociales que conforman una comunidad. Se basa en una separación por ideologías, sexo, edad, nacionalidad, entre otras. En este caso a quienes se separa de la sociedad son grupos “no normativos”

para la sociedad que los margina. 



Este proceso de exclusión social es dinámico y con diferentes grados severidad. Puede estructurarse, de menor a mayor severidad, del siguiente modo:



Vulnerabilidad: ésta viene a ser la carencia de herramientas o medios para afrontar determinadas situaciones en algunos momentos.

Precarización: aquí la adecuación o adaptación a estándares medios de vida no es posible, quedando siempre por debajo de éstos.

Exclusión social leve: el apoyo tanto social como económico y laboral son frágiles

Exclusión social moderada: desarraigo y ruptura de vínculos y grupos sociales.

Exclusión social severa: ausencia total de vínculos y recursos.

La exclusión social puede darse en diversos ámbitos: formativo, laboral-económico, sanitario, digital, residencial, relacional, etc.

Formativo: la formación viene a ser un pilar fundamental para la consecución de empleo. No obstante, en la actualidad no supone un factor determinante ni mucho menos. Aún así, una mayor formación deja abiertos más caminos hacia diferentes empleos.

Laboral-económico: el estar empleado, nos proporciona un sustento e ingreso económico, así como también nos confiere unas actividades y sentimiento de pertenencia a determinado grupo. A su vez, el aprovechamiento y distribución del tiempo libre es mucho más provechoso y sencillo. Por otro lado, y aunque puede que este punto pueda crear debate, el trabajo nos proporciona cierto grado de identidad. Si bien es cierto, que en la actualidad y con el estado del mundo laboral, esto podría verse un poco emborronado.

Socio-sanitaria: aunque la salud hoy día es pública (al menos en España), siguen existiendo colectivos con dificultades de desplazamiento a los centros, de tiempo, de pago farmacéutico e incluso de acceso a la tarjeta sanitaria.

Residencial: el derecho a una vivienda digna puede verse coartado por una situación económica precaria lo que derivaría en no tener acceso a un lugar donde residir, a una vivienda, llevando a una situación de solicitud de acogimiento, de compartir vivienda, permanecer sin hogar o llegando incluso al controvertido caso de okupación.

Relacional: muchas veces, la carencia de habilidades sociales, relacionales o de valores, llevan a un rechazo de estos colectivos por parte de la sociedad por no encajar entre sus iguales, con sus creencias, valores,… Son desplazados y esto a su vez provoca menos habilidades y por tanto un círculo que se retroalimenta y que es necesario romper.


Digital: el avance es cada vez mayor en el mundo tecnológico, y la sociedad se “tiene que” ir adaptando a ello. Pero no en todas las comunidades es posible el acceso a ellas. Claro ha sido el ejemplo este año con el COVID-19 y las clases virtuales. El acceso no ha sido posible para todos los menores, creando una brecha de desigualdad digital. Y como dato curioso, me gustaría destacar una medida tomada en Argentina para paliar o minimizar esta brecha: para que una mayor cantidad de niñas y niños tuviesen acceso a las clases virtuales, éstas eran grabadas y emitidas por la TV pública. Aunque perdía la modalidad interactiva, permitía acceso a los contenidos y enseñanzas en diferido.

Como vemos, la cantidad de factores que pueden dar lugar a un proceso de exclusión social es más variada de lo que suele pensarse. No obstante, no son pocos quienes consideran que solo está en esta situación la gente “pobre”. Si que es cierto, que desde siempre, el mayor poder adquisitivo da más oportunidades, abre más puertas, da más facilidades. Si bien es sabido que la pobreza o la falta de recursos económicos es un factor de riesgo para el rechazo social, no es único ni determinante para que exista exclusión social.

Aquí hago una invitación a la reflexión (y al comentario si se desea compartir) con un ejemplo: Pongamos una familia con pocos recursos económicos, pocas capacidades relacionales, carencias educativas…una familia en exclusión social, cuya hija está en el paso previo al acceso a la Universidad. En España, a la hora de elegir una carrera, hay que superar un examen de acceso, que si bien en estándard para todos los colegios, hay muchos factores para valorar. Dicho examen va a permitir a la niña del ejemplo, acceder a una u otra carrera en base a su nota. Pongamos que quiere acceder a una carrera con una nota elevada. Su desempeño en el examen tiene que ser espléndido para alcanzarla. Pongamos que se examina en la misma aula que una chica de familia “acomodada”, con poder adquisitivo, cuyos padres son reconocidos profesionales de éxito, etc.


Si pensamos en lo que es el examen, se trata de un estandard y no va a depender del dinero, colegio o influencias, solo dependerá del desempeño de las niñas.

¿Se encuentran en una situación de igualdad de condiciones ante dicho examen? ¿Es justa la forma de “medida” establecida?

Puede que sea una manera sencilla y asequible de hacerlo para que sea estandard, pero lo cierto es que muy probablemente la niña de hogar acomodado haya tenido a su acceso literatura desde muy pequeña, haya viajado y se haya empapado de cultura, haya oído conversaciones en casa mucho más enriquecedoras (académicamente hablando), haya tenido acceso a clases particulares si lo requería, tenga acceso a tecnologías con mucha más facilidad. Pero, ¿podríamos decir lo mismo de la niña de familia con dificultades?


Quizá en el examen nos encontremos ante un estandard, pero la “maleta de experiencias, aprendizajes y vivencias” con la que cada una viaja es muy diferente y ésta provoca en muchas ocasiones la gran diferencia de acceso. No se trata de que tenga dificultades mayores o menores de acceso a la carrera que quiere por tener más o menos poder adquisitivo y pueda o no pagarse el examen. El examen es el mismo y sin coste, se presentan de todos los colegios e institutos, pero como bien decía, la “maleta” que cada una lleva es muy diferente.

Es un ejemplo, que tiene cientos de posibles ampliaciones y escenarios que puedan comentarse, pero voy a dejarlo aquí, invitando siempre al comentario y debate sobre ello.

Pero no me gustaría quedarme con la cara de la exclusión, sino abordar también conceptos de inclusión e integración.

La integración social es el proceso mediante el cual, a través de la participación social, satisface las necesidades de un individuo o colectivo excluido socialmente, mejorando así su calidad de vida y realizando una adaptación de la persona al entorno. En este caso, el foco se pone en la discapacidad, en la carencia, en “lo que falta”, basándose en una resolución superficial de ello, con una adaptación por igual de todos los individuos al entorno.

Por otro lado, la inclusión social es un proceso que responde positivamente a la diversidad de las personas y las entiende como una oportunidad para el enriquecimiento de la sociedad, a través de la participación activa en todos sus ámbitos y adaptando el entorno a la persona. En este caso, el foco se dirige a las capacidades, a las fortalezas, y la adaptación se supone desde el entorno hacia la persona, siendo un cambio profundo y personalizado.



No se trata por tanto de no excluir, sino de incluir, que no es lo mismo.


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