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Aprendizaje: refuerzos y castigos

Foto del escritor: psicóloga florencia lemospsicóloga florencia lemos

Actualizado: 18 ene 2021

En diversas ocasiones presenciamos o sufrimos situaciones del siguiente tipo:

-Mamá/Papá, cómprame un chocolate!

-Ni pensarlo!

-Por faaaaa. Ya no te pediré más nada!!

-He dicho que no. Que después no comes.

-(Elevando la voz) Mamá!! Quiero el chocolateeeeeee!!!! Por favor!

-Como te estás portando mal, no hay chocolate.

-(Rabieta del niñ@).

-Cuando te portes como corresponde ya veremos.


Me gustaría hacer un breve análisis de esto:

¿Qué se entiendo aquí con “te estás portando mal”? ¿Se supone que el niñ@ ha de saber que es  lo que está mal? ¿Qué es portarse mal? ¿Está mal pedir chocolate? ¿Está mal pedir por favor? ¿Está mal gritar? ¿Está mal sentirse enfadado y/o frustrado?…..

Y por otro lado, las opciones para que el niño lo averigüe son complejas también: ¿Qué significa “cuando te portes como corresponde”?


Son muchas situaciones en las que suceden situaciones similares a ésta. En este caso he seleccionado una de las consideradas más claras y habituales de ver. Se trata de situaciones de gran complejidad, más aun cuando se trata de niñ@s.


A lo largo de nuestra vida damos por supuestas infinidad de cosas, ya que de lo contrario los días serían tremendamente agotadores.  Imaginemos que cada vez que suena el despertador tenemos que asegurarnos de que el suelo esta en su sitio, que no se va a caer al ponernos de pie, que somos capaces de caminar hasta el baño y que sigue existiendo el baño. Damos por supuesto que nos veremos reflejados en el espejo y que el sanitario sigue en la misma posición. Podría hacerse una lista interminable de cosas que damos por sentadas a lo largo del día. Lo mismo sucede con las “normas de comportamiento”. Sabemos (aunque desgraciadamente no todos) que no debemos empujar a la gente por la calle, que no debemos ir desnudos en el metro y que debemos hacer cola en los establecimientos, entre otros. Sabemos que existen unos comportamientos que agrupados junto con otros suelen ser considerados como “buen comportamiento o portarse bien” y que por el contrario existen otros grupos de conductas consideradas “portarse mal”. No obstante esto es algo muy “subjetivo”, ya no solo a nivel de aprendizajes sino incluso a nivel cronológico y cultural. Pero no voy a entrar en ello, ya que no es el objetivo.


Y es que dar por hecho las cosas cuando se trata con  niño/as, no es la mejor idea. Los niñ@s están aprendiendo como funciona el mundo. Están creando su representación del m

undo, de los demás y de ellos mismos. Los más pequeños (hasta unos 7-8 años) no saben con certeza a que nos referimos con “portarse bien” o “portarse mal”. Y más aun, dependiendo de la etapa y de la edad,  aprenden de la imitación.



Ahora sí, me gustaría continuar con el ejemplo de la chocolatina planteado anteriormente:

Lo más normal es que ante la rabieta del pequeñ@ en mitad del supermercado genere vergüenza y acabe comprándole la chocolatina. ¿Qué pasará, con casi toda seguridad, la próxima vez que obtenga un “no voy a comprártelo” o la próxima vez que sienta ira y frustración o cuando no consiga su cometido? Como “esponjas” de aprendizaje que son los pequeños, volverá a tener la rabieta, y probablemente cada vez sea más intensa y de más rápida aparición. ¿Por qué pasa esto? Sin pretenderlo se ha reforzado una conducta no deseada.


Los refuerzos son estímulos (cosas, situaciones, palabras, acciones, etc.) agradables que aparecen o desagradables que desaparecen tras una conducta y que hacen que dicha conducta se repita en el tiempo. Existen 2 tipo de refuerzos:

  • El refuerzo positivo consiste en proporcionar un estímulo agradable para fomentar la aparición de una conducta. Con nuestro ejemplo: el/la pequeñ@ tiene la rabieta y obtiene una chocolatina. La rabieta es la conducta reforzada y la chocolatina el refuerzo positivo. Por lo tanto, tenderá a repetir esa conducta concreta para volver a recibir algo agradable. (Un beso, una caricia, un halago...son también refuerzos positivos).


  • El refuerzo negativo se trata de eliminar un estímulo desagradable para fomentar la conducta realizada inmediatamente antes. Con nuestro ejemplo: en este caso el refuerzo está aplicado a la figura materna o paterna. La rabieta es el estímulo desagradable del que se va a librar si compra el chocolate. Por tanto la figura adulta es quien se estaría reforzando su propia conducta de ceder a las demandas del menor. (Otro ejemplo sería, reducir la ración de una verdura que no le guste).


Se forma como vemos, una especie de círculo vicioso. No obstante, hay quienes, ante una rabieta, optan por elevar la voz y dejar al niño sin tele. En estos casos se estaría usando el castigo, siendo éste la presencia de  un estímulo desagradable o la ausencia de un estímulo agradable, posterior a una determinada conducta, que harán que dicha conducta disminuya. Hay 2 tipos de castigos:

  • El castigo positivo consiste en proporcionar un estímulo desagradable tras una conducta que se quiere disminuir. Por ejemplo: si al tener la rabieta, el adulto grita al menor. El niño relaciona rabieta con grito y "supuestamente" reduce las rabietas.

  • El castigo negativo se trata de eliminar un estímulo agradable tras una conducta no deseada. Por ejemplo: tras la rabieta, dejar al menor sin ver la tele.


Pero todo esto conlleva muchos matices y aclaraciones.

El castigo, del tipo que sea, suele ser bastante menos efectivo que los refuerzos.

  1. Al emitir castigos, se suele cometer el error muchas veces de distanciarlo mucho de la conducta que se pretende reducir. Es decir: aparece la rabieta y al llegar a casa, tres horas después se le dice al niñ@ que no hay tele porque se ha “portado mal”. El pequeñ@ no puede relacionar cual ha sido la conducta que ha generado el castigo, por tanto no será eficaz.

  2. Otro error muy frecuente es alargarlo demasiado en el tiempo, es decir, dejarle sin tele durante un mes. Lo único que se conseguirá es que se produzca un efecto de habituación al castigo pero sin reducción de la conducta indeseada.

  3. Algo que no se suele tener muy presente es que al castigar una conducta tenemos que darle al pequeñ@ una conducta alternativa, deseable y realista para que sepa cómo SÍ ha de comportarse. Muchas veces el/la niñ@ ya no sabe que conductas realizar porque solo recibe un feedback de castigo. Es importante que le transmitamos cuales son las conductas que esperamos y siempre que aparezcan reforzarlas.

  4. Se tiende también a “levantar” el castigo cuando nos parezca. Esto confunde al menor y hace que pierda su efectividad por completo. Algo similar sucede cuando los castigos son desproporcionados con la conducta indeseable. No olvidemos que el pequeñ@ está aprendiendo y va a ir tanteando el terreno. Constancia y coherencia. 

  5. Es muy importante tener en cuenta que los niños están aprendiendo continuamente y por ello hacen pruebas “ensayo-error”. Por ello, cuando se produzcan conductas indeseables parecidas, el castigo ha de ser el mismo. De esa manera el niño sabe lo que “se juega” si decide realizar la conducta. Aunque es muy probable que si tiene adjudicada una conducta alternativa que conlleva un refuerzo, desista de la conducta castigada.

El refuerzo es el mejor aliado para fomentar conductas:

  1. Al igual que los castigos, los refuerzos han de ser inmediatos tras la conducta. Además, como el refuerzo puede ser verbal, se puede proporcionar inmediatamente en cualquier sitio (no hace falta que pasen 3 horas para prohibir ver la tv).

  2. Los refuerzos verbales son enormemente efectivos y además fomentan un buen vínculo entre emisor y receptor.

  3. Proporciona al niño/a mucha más información que un castigo, ya que le enseña cuales son las conductas “buenas”, haciendo hincapié en lo positivo.

Entonces, si primero quiero eliminar una conducta para fomentar otra…¿Cómo la elimino sin usar castigos?

El mejor método para la eliminación de conductas (a largo plazo) es la extinción. Es decir, ni castigo ni refuerzo. “Ignorar” la conducta indeseable y en el momento que aparezca un conducta deseada,


Existen además otros métodos de modificación de conducta, aunque si que es cierto que todos están estrechamente relacionados y algunos de ellos suelen aplicarse de manera complementaria.

  1. Tiempo fuera: el clásico de "al rincón de pensar". La finalidad es sacar al niño/a del contexto en el que se ha producido la conducta indeseada, durante un breve periodo, siempre explicándole la razón y ofreciendo una conducta alternativa deseada. Cuando finaliza el tiempo, se le "devuelve" al medio y se le recuerda la conducta alternativa. Si la lleva a cabo, inmediatamente se le reforzará. En caso contrario, se vuelve a retirar por otro periodo de tiempo.

  2. Economía de fichas: como su nombre indica, se trata de proporcionar “puntos positivos” por las conductas adecuadas y “puntos negativos” por las inadecuadas, actuando éstos como refuerzo y castigo simbólico. Lo principal es pactar un refuerzo potente para el menor y dejar claras las conductas que van a valorarse. Por otro lado, hay que pactar, cuantas veces ha de emitirse la conducta para conseguir un punto positivo, cuantos puntos son necesarios para obtener el refuerzo real (no las fichas) y cada cuanto tiempo se hará el recuento de puntos. Para comenzar los tiempos en los que se ofrece el refuerzo, tanto el simbólico como el real, serán más breves. No obstante, a medida que se va instaurando la conducta como un comportamiento habitual del menor, es conveniente que se vayan espaciando en el tiempo, es decir, aumentar el número de conductas necesarias, incrementar la cantidad de fichas, alargar el tiempo para obtener el refuerzo real (1 día, 3 días, 1 semana, 2 semanas....), etc.

    • Va a ser muy importante en esta técnica, que nos aseguremos de que los refuerzos hay quedado claros desde un principio, que la cantidad de conductas y puntos necesarios está fijada, que las conductas “premiadas” están entendidas, y sobre todo, que tengamos en cuenta que el/la niño/a es único/a. Esto significa que cada uno tiene sus tiempos y que lo que sirve con un niño/a de 6 años no va a servir con uno/a de 3. Es importante que tengamos muy en cuenta la edad: para los reforzadores a proporcionar, para la explicación que daremos, para el control que haremos, el número de conductas que pactaremos, el diseño del registro de conductas, el lapso de tiempo, etc….

No son pocas las situaciones y contextos en los que se usan estas técnicas, tanto de forma premeditada como inconsciente: los padres/madres con niños, entre padres/madres, los niños con sus padres/madres, jefes con empleados, con animales también, etc… Pero quizás lo más preocupante sea que no siempre se utilizan de manera adecuada, provocando resultados indeseables.  Es por ello, que en muchas ocasiones es fundamental contactar con un profesional que supervise la situación, que evalúe las conductas, que haga una valoración global y pueda servir de guía para una evolución adecuada.

“El aprendizaje es maravilloso: ponlo en marcha, refuérzalo y sobre todo, disfrútalo”.

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